Un sorbo más en compañía de mi Jack Daniel's y pienso en que tengo que ponerle un nombre a esta BenditaPalabra, tengo que llamarla a gritos, denominarla mal o bien pero hacerla nombre por fin y hacer que germine y comience a evolucionar, hacerla cruzar las paredes de nuestro límite y acostumbrarla a un nosotros perenne, tan perenne como esa llama de cuando el bidón está tan lleno de kerosene como de amor propio.
Es
que ya no quiero nada si no le encuentro significados, de cuando en
cuando me estorba mi ignorancia y me hace alucinar verdades y pintarme
una sonrisa en los labios e inventar esquemas para buscarte y llamarte
como a esa BenditaPalabra a la que no le encuentro nombre hasta que tú
llegas y abres tu mundo arcoiris así llueva, hasta que contigo levita la
cama y nos aherrojamos en un mar de vacilaciones tan seguras que
convencen hasta que enciendes el bidón con la hebra del haz de luz que
brota de tan adentro de tu cuerpo que tiene que estallar en infinitos y
otras estrellas.
Entonces medito con sorbo de mi Bourbon y con mi último aliento lo grito luego de un suspiro y tres cigarros, pero creo que ponerle por nombre sexo a esa BenditaPalabra, a parte de facilista suena a muy poca cosa, suena a básica nimiedad, suena a la simplona insignificancia del simple deseo, suena a escabrosa verdad y a una sonrisa pintorretiada en los labios.
Y
en ese instante cuando me siento el más inteligente de los hombres, es
cuando te vuelves hacia mí con tu carita de ángel y tus hermosos senos
de fémina y tus piernas como estacas enterradas en mi ausencia por no
tenerte y me haces creer que estoy entre tus manos, sobre tus nalgas y
entre la comisura del labio que ya besé antier y entonces te vistes con
alas y vuelas y te cubres los senos y tapas las nalgas y cierras los
labios aún con mi palabra entredicha, aún con el sabor del último
instante de calor que dejaste antier y te vas y es en ese instante
cuando comienzo a sentirme como el más estúpido de los hombres.
Y
acá estoy, y es hoy de nuevo y son las onceyveintisiete y estás entre
las cortinas que quemó la última llamarada de mi temor a vos, del temor
porque no vuelves y de la alegría por si acaso estuvieres y mi centro se
incinera y me digo a mímismo, eso es, lo tengo, lo acepto y lo resumo:
Esa BenditaPalabra es amor venido del venturoso sexo, esa palabra es mi
básico temor de hombre y no propiamente a perder tus piernas, esa
palabra se llama miedo, tan humano como nuestro sexo, es pavor a que te
encuentres hoy en otra cama y no en la mía, es ese temor tan
masculinamente irracional a que otro hombre vea en ti, lo mismo que yo
más amo.
Con
el bidón en la sala, entendí que los problemas relacionados con los
sentimientos hacia vos están centrados en la posibilidad de tener acceso
sexual a tu cuerpo y giran en torno a los celos y al miedo que inspira
el que puedas encontrar un amante mejor (...) y tu lo sabes.
Ella lo supo desde el día en el que nació con su carita de ángel y sus hermosos senos de fémina y sus piernas como estacas enterradas en mi ausencia.
Ella lo supo desde el día en el que nació con su carita de ángel y sus hermosos senos de fémina y sus piernas como estacas enterradas en mi ausencia.
Ella Me Ama y Yo La Amo. Bienvenido gracias al venturoso sexo.
Mi vaso está vacío, fumo mi Marlboro y acabo de encender la mecha; ahora es el momento de esperar a que llegue hasta el bidón, o a que tu llegues y tumbes mi puerta y apagues la mecha o dejes arder esa BenditaPalabra.
Sexvolución
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